La forma de corazón emergió lentamente de la oscuridad, sus bordes brillando con una suave luz roja. A medida que tomaba forma, la luz se intensificó hasta que todo el corazón se iluminó, palpitando con un cálido resplandor.
El corazón flotaba en el aire, como suspendido por una fuerza invisible. Su luz parecía provenir de adentro, irradiando hacia afuera a través de la forma misma. El corazón se sentía vivo, como si tuviera un latido que fuera la fuente de la luz.
Extendí mi mano para tocar el corazón, queriendo sentir el calor de su luz en mi piel. Pero mi mano atravesó la forma, como si estuviera hecha de humo o niebla. El corazón estaba allí pero no del todo, una visión creada a partir de la luz y la energía.
El corazón revoloteaba, latiendo, brillando, un hermoso recordatorio de amor y esperanza manifestados en una forma deslumbrante. Su luz iluminó el espacio a su alrededor, llenándome de una sensación de alegría y asombro ante esta deslumbrante vista.
El corazón permaneció, una presencia constante y brillante, como si esperara algo o alguien. Tuve la sensación de que seguiría latiendo, brillando, flotando aquí todo el tiempo que fuera necesario para difundir su luz y recordarle al mundo el poder del amor.
El corazón resplandeciente fue un recordatorio de la luz que existe dentro de cada uno de nosotros. Un recordatorio de que nosotros también podemos llenar el mundo de calidez, esperanza y alegría a través de la bondad y la compasión. Cada uno de nosotros llevamos nuestra propia fuente de luz dentro de nuestros corazones, una luz que puede iluminar incluso los lugares más oscuros.
El corazón flotaba pacientemente, un faro de luz en la oscuridad. Su resplandor me llenó de paz, ya que sabía que mientras hubiera corazones que siguieran latiendo, la luz nunca se desvanecería. La forma del corazón se mantendría, un constante recordatorio pulsante del amor, mientras hubiera almas para mantener viva su luz.