En 1976, en un parque de vida silvestre en Winston, Oregón, la bióloga Laurie Marker se enfrentó a un dilema. Ella estaba cuidando a Khayam, un cachorro de guepardo que carecía de un compañero de su propia especie y no tenía otros cachorros a su alrededor con quienes socializar. En un esfuerzo por encontrar un amigo para Khayam, el Dr. Marker recurrió a un cachorro labrador llamado Shesho. A pesar de ser de especies diferentes, los dos animales se hicieron amigos rápidamente y crecieron juntos como hermanos. El Dr. Marker observó que la presencia de Shesho tenía un efecto calmante en Khayam y propuso la idea de unir perros con guepardos a otros zoológicos. El experimento resultó exitoso y se ha probado en otros lugares desde entonces.
El vínculo único entre un guepardo y un perro ha sido un tema de interés para muchos amantes de los animales. Pero, ¿qué hace que esta amistad sea tan especial? La respuesta está en el contraste entre las personalidades de estas dos especies. Se sabe que los guepardos son criaturas tímidas y, a diferencia de los leones que crecen en manada, aprenden habilidades sociales jugando con sus hermanos. Si se pierde esta oportunidad, pueden tener problemas con el comportamiento social en la edad adulta, lo que puede generar problemas.
Por lo general, los guepardos son animales solitarios y no viven en grupos, a excepción de las madres con sus cachorros o los hermanos varones jóvenes que cooperan durante la cacería. Sin embargo, en cautiverio, a menudo se ven obligados a compartir pequeños espacios con otros individuos, lo que les provoca estrés y ansiedad si carecen de socialización. Esto también puede conducir a la agresión y la falta de interés en el apareamiento, lo cual es una preocupación importante para los programas de conservación centrados en la reproducción de especies amenazadas como los guepardos. Por lo tanto, es crucial proporcionar a estos animales una adecuada interacción social para asegurar su bienestar y éxito reproductivo.