El Usain Bolt del mundo animal, el guepardo, es el animal más rápido del mundo. Pero, ¿cuán rápido es?
Aunque tienen la estatura de un corredor de largas distancias, se sabe que estos felinos pueden alcanzar hasta 120 kilómetros por hora, el equivalente a la mayoría de los límites de velocidad, lo que los convierte en uno de los depredadores más letales del reino animal.
Observando la anatomía de los guepardos, es fácil ver por qué están perfectamente adaptados a la velocidad.
La combinación de sus cuerpos delgados y aerodinámicos y sus columnas largas y flexibles con poderosos músculos en las piernas, minimizan la resistencia del aire, proporcionando la fuerza suficiente necesaria para una aceleración rápida.
Además, pueden consumir grandes volúmenes de oxígeno durante persecuciones a alta velocidad gracias a sus conductos nasales y pulmones de gran tamaño, lo que les permite mantener su ritmo en largas distancias.
En cuanto a la localización de presas, sus ojos grandes y separados les permiten rastrear presas que se mueven rápidamente con gran precisión a altas velocidades.
A diferencia de otros grandes felinos, incluidos tigres, jaguares y leopardos, los guepardos nacen con una estructura musculoesquelética única, como garras no retráctiles y almohadillas plantares especializadas que actúan como tacos y les proporcionan tracción y agarre mientras corren por el suelo.
Esto no solo les permite generar una tracción sustancial que recuerda a las ruedas 4×4, sino que también les proporciona una fuerza de impulso milagrosa para alcanzar velocidades máximas. Además, sus extremidades alargadas y su columna vertebral flexible trabajan juntas para maximizar la longitud de la zancada y minimizar el tiempo de contacto con el suelo, lo que les permite cubrir más distancia con cada zancada.
Su velocidad y visión los convierten en cazadores especializados, capaces de atacar presas de tamaño pequeño a mediano, como gacelas e impalas, con relativa facilidad.
Su increíble velocidad les permite acercarse a sus presas rápidamente, cerrando la distancia en cuestión de segundos, después de lo cual, sus dientes afilados como navajas hacen el resto.
A diferencia de otros felinos que dependen del sigilo y las tácticas de emboscada, los guepardos dependen de su velocidad y agilidad para perseguir a sus presas en praderas abiertas y sabanas, lugares perfectos para ese tipo de terrenos. Una vez que están a una distancia adecuada, sus poderosas mandíbulas les dan un mordisco mortal en la garganta o el cuello, acabando rápidamente con su presa.
Lamentablemente, como ocurre con la mayoría de los animales, la población de guepardos no está donde debería estar. La pérdida de hábitat, los conflictos entre los seres humanos y la fauna silvestre y la caza furtiva para obtener su piel y partes del cuerpo han contribuido a la disminución de las poblaciones de guepardos en África y en partes de Irán.
Y dentro del reino animal, a medida que los ecosistemas se reducen, la competencia entre otros depredadores, como los leones y las hienas, se ha vuelto mayor, lo que exacerba aún más los desafíos que enfrentan. Los esfuerzos de conservación centrados en proteger los hábitats de los guepardos, mitigar los conflictos entre los seres humanos y la vida silvestre y combatir el comercio ilegal de vida silvestre son cruciales para garantizar la supervivencia a largo plazo de estos felinos icónicos.
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